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¡A desacoplar! ¡A desacoplar!

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Del Capítulo I: El compromiso de la Agricultura

 

Por Julio Ferdman

La intención, en breve

En la primera entrega de esta columna y para explicar el propósito de esta serie de notas, decíamos, palabras más o menos: ante la evidencia de los efectos del cambio climático y el agregado escenario de la pandemia, el intento es explorar aquí los senderos por donde se avanza en la dirección de un planeta sustentable -es decir, con garantías de supervivencia-, con particular atención en la actividad agroindustrial.

Subrayábamos el caso especial de la agricultura en el concierto de las actividades humanas por su especial relación con la naturaleza y destinábamos un primer capítulo de un libro por ahora imaginario al examen de “la relación entre oferta, demanda y adopción de soluciones tecnológicas en el ecosistema de la actividad agroproductiva, con sus actores, escenarios y procedimientos incluidos. Un panorama tal vez del estado de la ciencia y de la conciencia obrantes en el sistema, en el sentido que su propio compromiso le indica”.

¿Compromiso de la agricultura? Sí, el que a nuestros ojos es doble: el de proveer a la seguridad alimentaria al tiempo que alinea su práctica en una relación más amigable con la naturaleza de la cual se sirve para producir. Ese segundo aspecto del compromiso no solo por el bien de los demás sino por el de sí misma.

Ver Avance Agroindustrial No 41-4. Presentación de la serie y entrevista al Dr. Leonardo D. Ploper, Director Técnico de la EEAOC.

 

Del Capítulo I: El compromiso de la Agricultura

Los primeros pasos

Para avanzar en ese sentido avisábamos que recurriríamos a la colaboración de nuestros entrevistados. Así, comenzamos, de la mano del Dr. Daniel Ploper, con un examen panorámico de la historia de esa relación entre oferta y demanda de soluciones tecnológicas en la historia de la EEAOC, protagonista indiscutible de esa dinámica en el territorio agroindustrial del Noroeste argentino. En esta segunda instancia, además de continuar en esa línea a través del testimonio directo de algunos de quienes participaron de las últimas etapas de ese decurso, abrimos otra ventana, esta vez con el propósito de entender qué ocurre en otros escenarios productivos. En este caso, el de la agricultura extensiva.

Varias preguntas, una pregunta.

Fieles a nuestra intención original, condensábamos en cuatro preguntas los interrogantes con los que emergíamos de la charla sostenida con el Dr. Ploper. Se las formulamos en primera instancia al Ing. Héctor Huergo y luego al Dr. Emilio Satorre. Ambos son personalidades reconocidas en el mundo de la investigación, la gestión, la empresa, la comunicación y la docencia, de modo que no es necesario explicar mucho por qué, aunque la lista de los interlocutores posibles sea, claramente, muy larga.

Como se verá, de las cuatro, la primera pregunta se apoya en la línea central sobre la que se proyecta la exploración que nos mueve y de ella derivan las demás. La respuesta de Huergo a ese interrogante en particular abre para nosotros el camino hacia una profundización del análisis y nos permite encuadrar mejor lo que él mismo describe de las bondades de la “nueva agricultura”.

AA. Admitiendo que la realidad ambiental exige actualmente de la agroindustria revisar sus procesos productivos en dirección a su inocuidad, su poder de reparación y su sustentabilidad, ¿cómo ve usted actualmente la relación entre oferta y demanda de soluciones tecnológicas apuntadas en tal sentido, en el ecosistema de la actividad en nuestro país?

HH. Creo en primer lugar que es necesario despejar los componentes ideológicos que impregnan el debate sobre inocuidad y sustentabilidad. Porque si partimos del concepto de que “está todo mal” llegamos linealmente a la teoría de la “reparación”. Mucho de lo que se plantea como problema ambiental o de seguridad de los alimentos es en realidad una solución a problemas pre-existentes. El primero, la escasez de alimentos, resuelto gracias a la revolución tecnológica que atraviesa la agricultura. Entonces, la idea de “la necesidad de revisar sus procesos productivos” debería reformularse y acotarse a las (escasas) consecuencias indeseables o externalidades negativas del proceso.

Concretamente, la revolución verde ha permitido terminar con las hambrunas, derramando paz y prosperidad en la mayor parte del planeta, garantizando no solo la seguridad alimentaria sino permitiendo una mejora fenomenal en la calidad de la nutrición a nivel global. Este fenómeno fue apuntalado por la mejora de los ingresos de la mayor parte de la humanidad, con el caso paradigmático de la República Popular China.

En segundo lugar, las “desviaciones” o externalidades negativas de la nueva agricultura ya han generado soluciones tecnológicas.

Desde la agricultura de precisión hasta la irrupción de insumos biológicos que sustituyen cada vez más las soluciones de la química de síntesis.

Hoy, en el contexto del cambio climático, conviene subrayar que la nueva agricultura tiene mucha mejor huella de carbono que la tradicional. No solo por el aumento de los rendimientos (menos CO2 por unidad producida) sino por la siembra directa, la biotecnología, las aplicaciones dirigidas y la fertilización razonada, además de la intensificación de los sistemas ganaderos. En este caso, el confinamiento permite manejar los efluentes y valorizarlos como fuente de energía, recuperando nutrientes que vuelven a los terrenos de cultivo. Es lo que se denomina “Economía 360”, que se expande en todo el mundo.

AA. Un esquema posible de tal ecosistema vincula “naturalmente” a productores, desarrolladores de soluciones tecnológicas, asesores técnicos profesionales y un subsector responsable de la generación de conocimientos científicos. ¿Agregaría usted al esquema al mercado, al sector público -leyes, regulaciones, etc- y al financiero, en la medida en que a su juicio resulten determinantes en el progreso de la sustentabilidad?

HH. Por supuesto que agregaría al mercado. Para que se avance más rápida y decididamente en el nuevo paradigma de la bioeconomía, los mecanismos de mercado juegan un rol fundamental. Ya está en marcha el mercado de emisiones de CO2, con un valor cada vez más transparente a pesar de que aún no se ha institucionalizado. Pero a diario aparecen nuevas iniciativas. El Banco de Inglaterra estima que en los próximos años el precio del carbono pasará de los actuales 20 o 30 dólares la tonelada, a más de 100 dólares, augurando el final de la era de las fuentes de energía fósil.

AA. Hasta qué punto prevalece entre los productores la búsqueda de mayor productividad a la hora de adoptar soluciones preferentemente sustentables? ¿Podría mencionarnos algunos ejemplos -adoptados, en proceso de adopción, posibles, todavía resistidos pero recomendables- que a su juicio condensan ambos objetivos?

 HH. Los productores siempre privilegian las tecnologías que les garantizan rentabilidad. Por eso el verdadero motor ha sido el aumento de los rendimientos, que se logra con tecnología. Otras prácticas o sistemas permiten reducir costos, pero son “defensivas” y no tienen tanto impacto (aunque son necesarias) como las “ofensivas”. Lo ideal es cuando aparecen las que cubren los dos aspectos. Por ejemplo, la tolerancia a la sequía, que permite obtener buenos rendimientos aún en años o climas secos. Esto facilita la decisión en materia de fertilizantes, químicos o biológicos, control de enfermedades e insectos, etc. Si existe el temor a la falta de lluvias, el productor tiende a defenderse reduciendo el nivel de inversión. El mejor ejemplo es el evento HB4 de Bioceres, que aporta tolerancia a stress hídrico tanto en soja como en trigo. Tiene impacto directo cuando se utiliza un paquete “defensivo”, pero los rindes explotan cuando se aplica todo el arsenal tecnológico disponible.

AA. Teniendo en cuenta el cambio climático, ¿hasta qué punto es posible concebir una solución como “sustentable” en agricultura?

HH. En materia de cambio climático, la nueva agricultura está del lado bueno. Pero solo la “nueva agricultura”, la de la siembra directa, la biotecnología, la fertilización razonada, la reducción de pasadas sobre los lotes de cultivo, el uso de herramientas que reduzcan la compactación. Hay varias plataformas, impulsadas por grandes compañías y bancos internacionales, que apuntan a crear un mercado de emisiones. Desde la iniciativa de Indigo Ag hasta los premios que implementan ya Cargill, Bayer y otras organizaciones valorizando el secuestro de carbono en los suelos. Las tecnologías digitales y los sistemas de monitoreo remoto, con satélites, drones, etc., están facilitando la recopilación de datos (Big Data). Las plataformas digitales, blockchain, internet de las cosas, inteligencia artificial, apuntalan este proceso apasionante. Si la comunicación es efectiva, el conjunto de la sociedad revalorizará el rol de la agricultura, no solo como productora de alimentos, sino de bienes ambientales.

 

Del Capítulo I: El compromiso de la Agricultura

Tendencia y contrapunto

No podríamos estar más de acuerdo con el ingeniero Huergo en cuanto a que “hay que despejar los componentes ideológicos que impregnan el debate sobre inocuidad y sustentabilidad”. Y nunca sostendríamos que “todo está mal” en la relación de la agricultura -la de hoy, la nueva- con el ambiente, ni señalamos desde acá a la actividad como la principal responsable de la seria situación climática actual. Al contrario, coincidiremos en ponderar los avances de un sector de la economía que se ha caracterizado por su dinamismo, teniendo en cuenta los tiempos propios de su práctica; los que median entre el desarrollo de una nueva solución, su posterior adopción y la manifestación de sus efectos en la realidad del resultado.

Con lo que no nos conviene coincidir es con el punto de partida que elije para describir la realidad. A los fines de nuestra vocación exploradora, nos viene mejor, nos ayuda más a comprender el valor de lo que describe, a identificar los caminos, a entender sus intentos, si partimos del punto de vista opuesto. Es decir, de que en realidad lo que está ocurriendo con la agricultura, es que está respondiendo a su compromiso productivo y ambiental revisando procedimientos, reponiendo los nutrientes que insume, contaminando menos, cuidando el agua, aprendiendo a llevarse mejor con el lado vivo de la naturaleza con la que interactúa y de la que tiene mucho todavía por obtener.

Claramente, la que estaría ocurriendo ahora, la que se perfila, la que va avanzando -al menos en su versión extensiva y en los principales escenarios granarios del país- no sería ya la agricultura convencional, simplificada y puramente productivista, típica de la revolución verde, aunque mucho de esa impronta quede todavía en la tendencial preferencia de los productores. La de hoy, tal como nos la describe el ingeniero Huergo, sería otra más atenta a los efectos indeseados de su práctica, ahora que sabemos más acerca de los perjuicios de su desatención y de los límites que nos está imponiendo la propia naturaleza, impactada no solo por la agricultura sino por los efectos -y necesidades, es cierto- de la civilización que ella misma habría contribuido a conformar a su alrededor.

Esa perspectiva se ensancha y se enriquece como aventura del conocimiento si partimos de la admisión del “conflicto original” de la agricultura con el ambiente (una hectárea toda implantada con lechuga no es “natural”; tampoco miles con trigo) y entendemos el camino de la agricultura de hoy como en tránsito -positivo- hacia otra que logre encarar, con mayor eficiencia ecológica aun -sustentabilidad, que le dicen- el “desacople” entre productividad e impacto ambiental negativo. Ante el cambio climático y el avance del conocimiento, ninguna solución podría considerarse como definitiva y todavía quedaría mucho por hacer.

Ver «La Agricultura que viene: ecosistemas, eficiencia y sustentabilidad». Avance Agroindustrial 37-4-(2016)

Comunicación y consensos

Coincidimos con Héctor Huergo en la necesidad de una comunicación efectiva con la sociedad en general acerca del valor de la nueva agricultura. Y agregaríamos la que también es necesaria hacia adentro, con y entre los distintos actores del ecosistema productivo, a propósito esta vez de la necesidad de progresar en la construcción de los consensos implícitos en los objetivos de la sustentabilidad. Según Emilio Satorre, nuestro siguiente entrevistado, esos consensos necesarios serían cuatro: productividad, eficiencia en el uso de recursos, procesos regulados por factores internos (biodiversidad en cada unidad productiva) y mejora del ciclado de nutrientes. Pero de ello nos ocuparemos en la próxima nota. En la que viene.

Recomendamos:  “Cambios productivos y tecnológicos de la agricultura extensiva argentina en los últimos quince años” (Emilio Satorre y Fernando Andrade. Revista Ciencia Hoy, Volumen 29 › Número 173).

Oferta y demanda de conocimientos en la historia de la EEAOC

Testimonios | Dr. Eduardo Romero. Jefe de Agricultura de la Caña de Azúcar. EEAOC (Fragmento. La nota completa en versión podcast)

 

AA. ¿Cuáles son hoy sus expectativas respecto del avance combinado entre productividad y sustentabilidad?

ER. Todos nuestros proyectos de investigación están bañados en la visión estratégica de sustentabilidad. Sería imposible que la Estación Experimental invierta en líneas de investigación fuera de ese contexto y que no resulten a la vez de interés para la actividad productiva.  De modo que cuando hablamos de agroinsumos, por ejemplo, tiene que ser bajando dosis e impacto ambiental, mejorando la conservación del suelo, su manejo. Cualquier herramienta tecnológica –riego, cosecha, motores más eficientes, diseños de cosecha con menos pasadas, etc.- tiene que estar dirigida a bajar dos grandes problemas: consumo de combustibles –el primer gran emisor de gases efecto invernadero- y el consumo de fertilizantes sintéticos, preferentemente nitrogenados, segunda fuente significativa –casi un 30% de las emisiones agrícolas provienen de ahí-; y el tercer problema es la conservación de los suelos, la incorporación continua de materia orgánica y carbón orgánico y su protección, con el objetivo de construir suelos para el futuro, manteniendo y mejorando a la vez la productividad por unidad de superficie.

El otro tema que se nos viene es el de la conservación de recursos hídricos, que cada vez van volviéndose más escasos y no se les presta demasiada atención. Son clave. Con el cambio climático, es uno de los factores que más variabilidad está teniendo. Lo vemos en lluvias intensas, raras, meses de sequía no solo en Tucumán, sino en todo el mundo. Estos eventos dramáticos e intensos son los que están caracterizando el impacto del cambio climático y el manejo  racional de los recursos hídricos y suelos serán fundamentales para el futuro de nuestra actividad sucro-alcoholera.

Soy optimista respecto de la predisposición del sector productivo a los cambios que hay que ir introduciendo. No ha sido siempre así, pero creo que gradualmente ha ido ampliándose la conciencia; y que en la cabeza de los productores va entrando la idea de la productividad sustentable, como objetivo del futuro. Y claro, hoy se entiende que si no se entra en esa variante, las posibilidades de continuidad son mínimas.

1. Presentación

2. Laboriosa transferencia

3. Quema de la caña

4. Madurativos

4. La EEAOC comprometida

 

 

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