Las ideas primero, las palabras después, suelen anteceder a los hechos cuando se trata de impulsar la adopción de innovaciones en el campo de la agricultura. Cuando hace diez o quince años comenzábamos a naturalizar el uso de términos tales como seguridad alimentaria o sustentabilidad, acabábamos de comprender que el fin de la llamada revolución verde se había instalado como una idea fuerza entre nosotros. La búsqueda del incremento de la productividad a toda costa y la expansión indefinida de las fronteras agrícolas en nuestros territorios ya no tendrían más cabida en nuestra manera de entender la agricultura. Hoy somos perfectamente conscientes de lo que esos términos significan y de cuya razonabilidad derivan nuevas prácticas que entendemos imprescindibles.
Ocurre así con la concepción sistémica de nuestros cultivos, con la conciencia de que debemos pensar el paisaje agrícola en toda su complejidad, que debemos estar atentos al impacto ambiental de nuestras producciones y que el desafío que plantea la seguridad alimentaria –garantizar la alimentación de toda la población en el planeta- no puede resolverse sin considerar la calidad de los suelos, el uso eficiente del agua y la conservación de la biodiversidad.
Ello necesariamente orienta la búsqueda de soluciones racionales en el plano de la investigación y el desarrollo de nuevas soluciones y, obviamente, nutre las páginas de las publicaciones que, como esta, dan cuenta de los avances en nuestra materia.
Así, irá encontrando el lector en estas páginas noticias de iniciativas que apuntan en esa dirección. Las encontrará en relación a los avances biotecnológicos, en el rumbo que toman las mejoras genéticas que pretendemos, en la consolidación de prácticas agrícolas innovadoras ambientalmente amigables y económicamente más viables, en la oferta de servicios que garanticen la calidad y la inocuidad de los alimentos que producimos y en el impulso de iniciativas que, en la búsqueda de la agregación de valor de a nuestros recursos primarios, se afirmen en alternativas industriales biológica y procedimentalmente integradas.
Hoy podemos decirlo con todas las letras: hemos entrado ya decididamente en la era de la bioeconomía. Hablamos de lo que hacemos.