Este primer número del volumen 41 llega a completarse con algún retraso. Varios de
los artículos de su contenido han ido adelantándose en nuestra versión digital hoy en
línea, pero a este mensaje editorial, que se escribe al cabo de completada la edición
correspondiente, debemos ponerle la fecha real de su concreción: junio de 2020. Hoy
en especial, y precisamente a raíz del motivo del desusado desfasaje que esta vez
altera nuestra tradicional puntualidad. Sí, efectos de la pandemia, algo que hoy resulta
descontado mencionar.
Estamos acostumbrados a tratar con la realidad de epifitias y epizootias propias de los
avatares naturales de nuestra actividad y con la información -preventiva, perspectiva,
científica o tecnológica- disponible al respecto; no estamos acostumbrados ni
suficientemente bien preparados para enfrentarnos a una “epizootia” que ha hecho
blanco en la escala más alta del reino animal. Nosotros.
No se trataba del HLB, de la roya de la soja, de una virosis del poroto, ni del carbón de
la caña de azúcar, ni de la langosta; esta vez, razones de carácter epidemiológico
alteraban la tarea de la agroindustria incidiendo, en distintos eslabones de la cadena
productiva, en su factor motor principal. El factor humano.
Es indudable que sus efectos nos hayan obligado a reconsiderar la perspectiva. El
choque con una realidad tan amenazante nos ha puesto de pronto el futuro en las
narices.
El “campo”, sin embargo, no se ha detenido del todo. Tampoco la actividad de
nuestros laboratorios, ni se han descuidado los aspectos sanitarios en general ni
cuarentenarios (¡precisamente!) vinculados, por ejemplo, con la producción citrícola.
Los ingenios están moliendo. Sin embargo, en el fondo sabemos que algo nos ha
modificado esta situación, esencialmente. Hoy más que nunca, el panorama de la
actividad, que por su propia naturaleza es fluctuante, se nos ha presentado, de golpe,
especialmente incierto. Nos ha interrogado en profundidad.
Somos optimistas. Nos sobrepondremos. Pero quizá haya sido de suficiente
elocuencia la situación sanitaria humana en la que nos encontramos, como para
entender más que nunca la importancia de responder con instinto de conjunto ante
todo ataque de la biodiversidad a nuestros propósitos sociales y productivos.
Seguimos deseándoles a nuestros lectores el mejor resto del año posible. Y
reiteramos aquí lo que dijimos en el mensaje que colocamos al final del último número
de 2019, a propósito del comienzo de un año nuevo: “acá estaremos, atentos, con
nuestro aporte y el deseo de que nuestros más justos anhelos se hagan realidad”.
Hoy más que nunca lo sabemos: de nosotros depende.