La caña de azúcar ha sido desde siempre un insumo industrial. Su valor intrínseco reside en su excelencia como materia prima, pródiga en alternativas productivas que requieren la aplicación de procesos especiales y del equipamiento necesario para su conversión. Apuntados tradicionalmente a la obtención de azúcares y alcoholes a partir de sus jugos, estos procesos dejaban en el camino la fibra y una serie de compuestos derivados que, como sabemos hoy, pueden enriquecer la cadena productiva.
La evolución tecnológica constante que ha mejorado la eficiencia –química, mecánica y energética- de
ingenios y destilerías, supone hoy la integración vertical de esos procesos con aquellos que permitan un mayor aprovechamiento de la biomasa vegetal de nuestra más generosa materia prima: estructuras industriales funcionalmente integradas que hoy se designan con el término biorrefinerías.